sexta-feira, 12 de outubro de 2007

Rua da Esperança.

Hola corazón,

Ya sé que he tardado mucho tiempo en escribirte. Ya pasé por las fases de tristeza, dolor y enfado. Ahora por fin estoy en la fase de la esperanza. Ahora puedo escribir sin llorar, casi, y puedo escribir cosas bonitas. Cosas que hablen de tí.

Doy gracias por haber podido compartir compartir contigo tanto. Por habernos cruzado en este camino, por todo lo que vivimos juntos, porque me abriste las puertas de tu casa, de tu familia. Porque me presentaste a todos tus amigos, ahora míos también. Creo que si hay algo que nos define ahora a todos es el estar orgullosos de haber podido formar parte de tu vida y de tu grandeza.

Tengo la certeza de que estás a nuestro lado. Estás con tu madre, con tu padre, con Ana, Alice... con Tomás y Hugo. Con todos tus amigos, cientos. Sigues paseando por tu barrio de Salamanca y sigues en Don Ramón de la Cruz. Estás en Rua da Esperança...

Ya sabes lo que adoro esa calle. Lo que me recuerda a tí, la de veces que he paseado por ella contigo, a solas. Y lo que significa su nombre no puede reflejar mejor el sentimiento en el que mi corazón descansa. Esperanza. De que como dijo el Padre Pedro, estarás en el momento que tenemos designado, esperándonos con esa tu sonrisa. Y nos volveremos a ver. Nos harás más dulce si cabe la llegada al Reino de los Cielos, más grande aún desde que tú lo habitas, mi amor.

Aquella carta fue una premonición. Ahora soy yo la que se tiene que acostumbrar a vivir con el amor ausente. Es increíble como una decisión puede marcar tu vida para siempre. Me dijiste que había sido muy valiente. Pero las fuerzas me las diste tú, como tantas otras veces, amor. Lo hermoso de todo esto es que al final el amor ausente lo será sólo por un tiempo y después nos esperará toda una eternidad.

Ya te lo dije, corazón. Siempre te he querido, siempre te querré.

Gigi.