sábado, 11 de julho de 2009

En la distancia

Querido amigo: poco a poco el tiempo se va interponiendo entre nosotros, tu recuerdo sigue estando ahí, en cada momento de felicidad que te dedico, en cada visión agradable que tengo, en cada momento de desánimo, siempre ahí. Siempre que tengo la oportunidad te recuerdo, y si puede ser en público mucho mejor. Todos esbozan una sonrisa mezcla de tristeza y de melancolía, pero una sonrisa al fin y al cabo. El otro día pensé en tí, al encontrar aquello que buscaba, quizás lo pusiste tú allí... ¿Será verdad que hay un más allá? Desde que no estás espero casi a diario una señal de que sigues en algún sitio, pero no la recibo, quiero pensar que desde la soledad de Camarate tienes todavía fuerzas para hacernos llegar tu recuerdo. El otro día, como otras veces que he ido a Lisboa, quise dejarte unas flores, pero el taxista no fué capaz de encontrar el lugar, la verdad es que no es fácil, me llevó a otro cementerio distinto!! En fin, espero tener más suerte la próxima vez.

En tu apartamento de D.R. de la C. todavía están amontonadas tus lámparas colgantes en el cierre que da a la calle. Alguien debería retirarlas de allí, están allí tiradas como si alguien no las considerase apropiadas o, al contrario, como si alguien las hubiera puesto allí para que cada vez que pasemos te recordemos.

Allí sigue el Mallorca de las comidas improvisadas, el VIPs de Serrano para los imprevistos de Domingo, el videoclub de Chueca con los últimos estrenos, y yo mirando de vez en cuando atrás por Claudio Coello esperando verte aparecer con tu enorme sonrisa, tus gafas de sol perennes y tu frente despejada.

Te quiero amigo mío, donde quiera que estés.